Gramática española la palabra

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Gramática española la palabra

 

La palabra

Si bien la gramática tradicional se centró en la palabra, considerando prio­ritariamente su clasificación y sus variaciones, no ofreció una definición de esta unidad. En buena medida esta carencia se debe al carácter ateórico de la perspectiva desde la que analizaba la lengua: para la gramática tradicional la palabra era una unidad operativa y, desde este punto de vista, no requería una definición explícita. De todos modos, aún hoy carecemos de una definición de palabra. La dificultad radica en la enorme diversidad que presentan las len­guas al respecto: hay diferencias muy marcadas entre las lenguas con respec­to al número de formantes que puede incluirse dentro de la palabra (desde len­guas en que sólo admiten uno –chino, vietnamita– hasta otras en que se reú­ne un número elevado de formantes como muchas de las lenguas amerindias). Incluso resulta dificultoso dar una definición para una lengua particular, ya que se deben tener en cuenta varios criterios que no dan resultados necesaria­mente coincidentes.
Para reconocer las características de la palabra, conviene comparar una se­cuencia de palabras, una construcción sintáctica, con una secuencia de mor­femas que forman una palabra, una construcción morfológica: Veamos algu­nas de las diferencias:
a. Posibilidad de intercalación de material léxico entre dos formas adyacentes. Si comparamos una construcción sintáctica como pintar descui­dadamente con una morfológica como pintarrajear, vemos que entre las dos palabras que forman la construcción sintáctica podemos interponer otras: pintar muy descuidadamente, pintar la pared descuidadamente: en cambio, entre los formantes de pintarr-ajear no podemos insertar otro morfema: *pintar-muy-ajear.
b. Permutabilidad: En una secuencia de palabras puede alterarse el or­den de los formantes (descuidadamente pintó la pared); en cambio, el orden [38] de los morfemas es fijo (*ajear-pintar). La permutabilidad es característica, pues, de las palabras y no de los morfemas. De todos modos, esta movilidad posicional no es igual para todas las palabras. En una secuencia como con cuidado no puede alterarse el orden: *cuidado con, aunque puede ser inte­rrumpida por la intercalación de material léxico entre los dos constituyen­tes: con mucho cuidado. Las palabras que carecen de acento propio (preposiciones, artículos, algunos pronombres) están limitadas en su posibilidad de permutación ya que deben apoyarse en la palabra que la precede o que la sigue. En determinadas condiciones, el pronombre lo se apoya en el verbo que lo precede –es enclítico como en (3a); en (3b), en cambio, en el verbo que le sigue– es proclítico:

(3)       a. Juan puede conseguirlo,
b. Juan lo puede conseguir.

Como vemos, en (a) el clítico –pronombre átono– lo forma una unidad gráfica con el verbo; en cambio, en (b) aparece gráficamente separado del ver­bo que le sigue, aun cuando desde el punto de vista fonológico también aquí verbo y pronombre forman una unidad acentual. Si nos atuviéramos a un cri­terio gráfico para el reconocimiento de las palabras, lo sería una palabra en (b) pero no en (a), donde sería sólo un formante de una palabra, cuyo análisis co­rrespondería a la morfología. Tal solución resulta a todas luces antiintuitiva. Consideraremos, por lo tanto, que en ambos casos se trata de una palabra sólo que, como es átona, tiene restricciones particulares de posición y carece de la propiedad de la permutabilidad.
c. Aislabilidad: En principio una palabra puede constituir un enunciado; por ejemplo, puede ser respuesta a una pregunta. Esta capacidad de aislarse del contexto por una pausa potencial, una vez más, está restringida en las pa­labras átonas, ya que necesitan el apoyo de una palabra tónica. Ya hemos vis­to en (3) que del carácter átono de los clíticos depende que deban funcionar pospuestos (enclíticos) o antepuestos al verbo (proclíticos). Esta dependen­cia se da en todas las palabras átonas: artículos, algunos auxiliares y la mayor parte de las preposiciones:

(4)                   El estudiante lo ha leído en casa.

Ninguna de las palabras en negrita de (4) puede ser respuesta a una pre­gunta. Las palabras átonas cumplen, pues, con menor número de requisitos que las otras: son palabras fronterizas. Sin embargo, se diferencian de los for­mantes morfológicos por un criterio suplementario. [39]
d. Posibilidad de desempeñar una función sintáctica: Los formantes morfológicos no pueden desempeñar funciones sintácticas independientes: a un prefijo o a un sufijo no pueden asignárseles una función sintáctica. En cambio, las palabras átonas cumplen funciones. Los clíticos son palabras ya que cumplen una función sintáctica: en (3) y (4) la de objeto directo.
Por último, conviene despejar una posible ambigüedad con respecto al uso del término palabra. ¿Cuántas palabras reconocemos en la siguiente oración?

(5)                   Sé que Juan no sabe lo que nosotros sabemos.

Algunos dirán que hay nueve palabras, mientras que otros quizás sólo cuenten siete. Éstos reúnen sé, sabe y sabemos como formas de una misma palabra ya que contienen un mismo elemento léxico.
Para mantener diferenciadas las dos acepciones del término, adoptaremos aquí la siguiente convención: usaremos palabra para cada una de las formas diferentes (por lo tanto, contaremos nueve palabras) y denominaremos lexema (SABer) a la entidad abstracta que se realiza mediante las tres palabras. Una palabra, entonces, contiene un lexema más sus propiedades flexionales. En nuestro ejemplo, todas ellas son formas del presente de indicativo y se di­ferencian por el número y la persona (1ra singular, 3ra singular y 1ra plural, respectivamente).
Las propiedades flexionales son relevantes tanto para la morfología como para la sintaxis. A la morfología le interesa la forma que tendrá la palabra, a la sintaxis la relación de la palabra con las otras en la oración: y sabemos se diferencian por el número de sus sujetos respectivos y éstos, a su vez, de sabe por la persona.
En el diccionario figura el lexema pero no todas las palabras que lo reali­zan (en nuestro caso, cada una de las formas del paradigma del verbo), a me­nos que su formación sea irregular (sé, sepa, supo). Entre las palabras que rea­lizan al mismo lexema, se selecciona una para representarlo, la forma menos caracterizada: el infinitivo en el caso de los verbos, el singular en los sustan­tivos, el masculino singular en los adjetivos.

Además de las palabras del paradigma, otras muchas contienen el for­mante léxico sab-: sabio, sabiduría, sabedor, sabelotodo. Sin embargo, és­tas no constan sólo del lexema más sus propiedades flexionales. Se trata de lexemas diferentes formados por derivación o composición. Como tales fi­guran en el diccionario. Esta distinción entre palabra y lexema carece de uti­lidad en el caso de las palabras invariables (adverbios, preposiciones y con­junciones)

Fuente del documento: MANUAL DE GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL http://coleccion.narod.ru/manuales/Tuliomanualdegramatica.doc

Sitio para visitar: http://coleccion.narod.ru/ y http://www.ssdnet.com.ar/edicial

Autor del texto: ÁNGELA DI TULLIO

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