Gramática española los complementos

Gramática española los complementos

 

 

 

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Gramática española los complementos

 

Operaciones para el reconocimiento de los complementos

Caracterizaremos los complementos a partir de ciertas operaciones que permiten poner de manifiesto las relaciones que mantienen con el verbo (o bien con el verbo y otros constituyentes). Son éstas:
1. Pronominalización: Algunos complementos pueden ser sustituidos o duplicados por pronombres personales. Sabemos que en español éstos se flexionan en caso, a diferencia de los sintagmas nominales que carecen de mar­cas morfológicas casuales. Los casos de los pronombres personales son cua­tro: el caso nominativo o sujeto, el caso término o preposicional, el caso acu­sativo y el dativo. Estos últimos sólo se diferencian en el pronombre de 3ra persona, singular y plural no reflexivo: lo, la, los, las son acusativos y le, les (con el alomorfo se cuando precede a un pronombre en caso acusativo: se lo dije). [99] En las otras personas y en el reflexivo de tercera persona, acusativo y dativo coinciden, por lo que me, te, se, nos y os pueden designarse caso obje­tivo. El acusativo es el caso que corresponde al objeto directo pronominal2 (lo he visto); el dativo funciona típicamente como objeto indirecto (le dije eso). Por otra parte, el sistema pronominal español cuenta también con un pronombre invariable lo, que sustituye a un predicativo subjetivo obligatorio –es de­cir, el que se da con verbos copulativos (Somos muy tenaces y lo somos a pe­sar de las dificultades). Al ofrecer una distinción morfológica correspondien­te a las funciones sintácticas, los pronombres de tercera persona constituyen marcas estructurales muy útiles para identificarlas.
2. Pasivización: Las oraciones pasivas son construcciones que reducen la estructura argumental del predicado semántico al eliminar el argumento exter­no o degradarlo como SP omisible (el complemento agente). Por otra parte, el sujeto de la pasiva corresponde al objeto directo de la activa. Estos cambios van acompañados por una morfología particular. El verbo es sustituido por su participio precedido por el verbo ser, que forman una perífrasis o frase ver­bal.

El sujeto puede aparecer también antepuesto al verbo (Un funcionario israelí fue asesinado por los palestinos). Como vemos, entre la activa y la pa­siva median, además de las diferencias funcionales representadas en (7), una serie de cambios: orden de los constituyentes, eliminación de marcas de función –a del objeto directo– y aparición de otras –por y ser. Éste no es el úni­co tipo de pasiva –ni el más frecuente– que admite el español –más adelante estudiaremos la pasiva pronominal (Se revisó atentamente la carta).
3. Conmutación: Otras operaciones usuales dependen del tipo de relación existente entre el complemento y otro constituyente de la cláusula. Como ve­remos, los predicativos concuerdan, por lo general, con el sujeto o con el ob­jetodirecto –según sea subjetivo u objetivo, respectivamente–, de manera que un cambio en las propiedades flexionales de éstos repercutirá en las de los predicativos. [100] Otros complementos, los de régimen, están encabezados por una preposición regida por el verbo, de manera que al sustituirla por otra se resen­tirá la gramaticalidad de la cláusula. Por otra parte, si bien el orden, como ya hemos visto, es bastante flexible en español, hay complementos que, al cam­biar de orden, exigen la pronominalización (b) o bien una entonación enfáti­ca (c):

(8)       a. El abogado defendió encarnizadamente a los amotinados.
b. A los amotinados el abogado los defendió encarnizadamente.
c. A LOS AMOTINADOS defendió encarnizadamente el abogado.

Las diferencias entre estas tres oraciones están relacionadas con el valor discursivo respectivo, como se verá más detenidamente en el capítulo veinte: (a) es neutra ya que ninguno de sus constituyentes está marcado, en (b) se su­pone que los amotinados ya es información conocida en el contexto previo o en la situación (está tematizado), en (c) se focaliza el constituyente que reci­be la entonación enfática con sentido contrastivo (está focalizado): A LOS AMOTINADOS defendió encarnizadamente el abogado, no a sus clientes.

 

La transitividad

Mientras que toda cláusula tiene sujeto, sólo algunas tienen objeto. Las cláusulas que contienen un objeto directo se denominan transitivas; las que carecen de objeto directo son las intransitivas. Tradicionalmente también se clasifica a los verbos en transitivos e intransitivos. Sin embargo, la separación entre verbos transitivos e intransitivos no es neta. Si bien hay verbos que no pueden prescindir de su objeto, como obtener, difundir o reconocer, otros con­siderados transitivos sí pueden hacerlo. Del mismo modo, mientras que algu­nos verbos son siempre intransitivos como ir o crecer, otros, normalmente in­transitivos, admiten la presencia de un objeto. Por eso muchos gramáticos plantean que, en lugar de verbos transitivos e intransitivos, corresponde ha­blar de empleos transitivos o intransitivos de los verbos. Habría, pues, grados de transitividad. Veamos esos casos intermedios:
a. La ausencia del objeto depende a veces de factores situacionales o dis­cursivos. Por ejemplo, con los imperativos se suele omitir el objeto porque la situación permite identificar la entidad aludida: ¡Cerrá un poquito!. No abras. Aunque verbos como saber o creer son normalmente transitivos, pueden em­plearse sin objeto, por ejemplo, en respuestas elípticas: [101]

(9)       a. —Juan llegará esta tarde.
—No sabía.
b. —¿Fueron todos a la manifestación?
—No creo.

b. Algunos verbos admiten la ausencia del objeto, sin que éste pueda ser identificado por factores situacionales o discursivos:

(10)      a. La mucama estuvo lavando todas las cortinas.
b. La mucama estuvo lavando.

La ausencia del objeto en casos como éstos no supone que el objeto direc­to no sea un argumento del predicado; sólo implica su carácter indefinido. Así, en verbos como comer, fumar, beber, leer, escribir, dibujar, lavar siempre se supone la existencia de algo –un paciente– con características bien restringi­das por el verbo mismo. La ausencia del objeto directo tiene repercusiones se­mánticas (específicamente aspectuales, como veremos en el capítulo trece). Mientras que Juan leyó una novela designa una acción acabada, que culmina en el momento en que la acción de leer termina, debemos interpretar Juan lee como una actividad sin un límite temporal.
Asimismo, el predicado puede interpretarse como una acción habitual rea­lizada por el sujeto. Si decimos de alguien que escribe, seguramente nos refe­riremos a alguien que lo hace habitualmente, incluso profesionalmente, y no a quien alguna vez escribió una carta.
A veces el significado del verbo se especializa cuando falta el objeto. Mientras que beber puede tener varios objetos agua, leche, gaseosas, cuando aparece sin objeto, beber queda restringido al consumo de bebidas alcohóli­cas. Entendemos que en todos estos casos se mantiene la transitividad del pre­dicado aunque el objeto esté implícito.
Con otros verbos la ausencia del objeto da lugar a una interpretación ge­nérica: entendemos un objeto humano, no específico en El calor agobia, Es­ta bebida refresca, La música clásica tranquiliza suponen un objeto como "a la gente".
c. En otros casos no hay que sobreentender ningún objeto. Se trata de ora­ciones que denotan la capacidad, habilidad o disposición del sujeto:

(11)       a. Después de la operación, mi madre ve perfectamente.
b. Mi hijo ya lee sin dificultad.
c. Este perro no muerde. [102]

d. Como hemos visto en el capítulo anterior, hay verbos que son neutros en cuanto a la transitividad: mejorar, empeorar, resucitar, hervir, aumentar, dismi­nuir, engordar. Todos ellos tienen una forma transitiva y otra intransitiva:

(12)      a. El banco bajó las tasas de interés.
b. Bajaron las tasas de interés.
c. La llegada de los efectivos recrudeció la crisis haitiana.
d. Recrudeció la crisis haitiana.

Mientras que en el caso anterior –b– el sujeto mantenía su papel temático de agente en ambas formas, aquí el sujeto de las formas intransitivas se co­rresponde con el objeto de las transitivas. Las oraciones transitivas tienen un significado causativo (hacer, causar + infinitivo); en las intransitivas se pre­senta un proceso sin indicar la causa que lo provoca. Las formas intransitivas constituyen uno de los tipos de verbos inacusativos.
e. También ocurre el caso inverso: verbos inherentemente intransitivos van acompañados de un objeto –por lo general, de la misma base léxica, por lo que se denomina objeto interno o cognado:

(13)      a. Vivió una vida placentera.
b. Soñó un sueño espantoso.
c. Lloró lágrimas de sangre.

El objeto por sí mismo no aporta ninguna información. El elemento ver­daderamente informativo es el modificador, por lo que, semánticamente, el objeto aporta una información similar a la de un circunstancial de manera (Vi­vió placenteramente)
Como vemos, la distinción entre verbos transitivos e intransitivos no es ne­ta sino gradual. En ambos extremos hallamos verbos claramente transitivos e intransitivos, y en el centro todos los casos intermedios que hemos consignado.

 

El objeto directo

La gramática tradicional definía el objeto directo como “el vocablo que precisa la significación del verbo transitivo, y denota a la vez el objeto (per­sona, animal o cosa) en que recae directamente la acción expresada por aquél. Se llama directo porque en él se cumple y termina la acción del verbo, y ambos forman una unidad sintáctica ‘verbo + objeto directo’” (Esbozo..., p. 371). [103] En esta definición, se identifica al objeto directo por el papel temático de pa­ciente afectado. En realidad, éste es uno de los papeles temáticos que puede corresponderle, el más típico. El objeto directo puede ser también un objeto creado por la acción del verbo (objeto efectuado: María pintó un cuadro), que no tiene, pues, existencia previa (como el paciente u objeto afectado: María pintó la pared) o bien un estímulo ligado a una percepción o a un estado psi­cológico (Luisa oyó el disparo, Manuel adora la música rock). En cambio, el objeto directo nunca puede ser un agente. Como son varios los papeles temá­ticos que pueden corresponderle, conviene, una vez más, atenernos a los cri­terios de orden formal.
Como el sujeto, el objeto directo se puede definir a partir de distintos rasgos:
a. Configuracionalmente, el O.D. es el SN dominado por el nudo SV ([SN, SV]).
b. Desde el punto de vista categorial, como el sujeto, el O.D. es un SN o una cláusula:

(14)      a. Yo temía la llegada de Julián.
b. Yo temía(que Julián llegara.

c. En determinadas condiciones el SN puede ir precedido por a: una mera marca de función carente de todo significado léxico. Aparece cuando el núcleo del SN es un sustantivo que designa a una persona –o a una entidad personalizada– y el SN es específico (designa a una entidad particular, aun­que puede ser definido o no):

(15)      a. Necesito a mi secretario / a mi perro.
b. Necesito a un secretario.
c. Necesito (un) secretario.

En (a) se alude a una entidad determinada, existente o real, lo mismo que en (b), aunque en éste no se precisa a qué individuo particular se refiere. En cam­bio, en (c) no se alude a un individuo específico ("un secretario cualquiera").
d. El O.D. puede ser sustituido por un clítico acusativo: lo, la, los, las. Esta posibilidad de pronominalización proporciona un criterio confiable para reconocer al O.D:

(17)      a. —¿Leíste la última novela de Vargas Llosa? — Sí, la leí.
b. —¿Conoces a mi amigo Carlos?
—No, no lo conozco. [104]

Además de sustituir el O.D., el clítico puede duplicarlo; en el español rioplatense incluso con objetos no personales:

(18)      a. ¿Lo conoces a mi amigo Carlos?
b. Al libro me lo devolviste ayer.

De todos modos, hay que puntualizar que el clítico es un pronombre defi­nido y, como tal, sólo sustituye a objetos directos que denoten entidades referenciales. Cuando el O.D. no cumple con este requisito, la sustitución no es posible:

(19)      a. —¿Comes carne?
—No, no como / # No, no la como.3
b. —Ana no come nada. / # Ana no lo come.

Cuando el O.D. no va encabezado por determinante, no hace referencia a una entidad particular sino que designa un tipo: Colecciona estampillas, cría vacas, tiene auto, usa sombrero. El O.D., desprovisto de valor referencial, for­ma con el verbo una unidad compleja: tener coche es equivalente a "ser pro­pietario de un automotor", una propiedad que se atribuye a alguien, sin que suponga la referencia a un objeto determinado.
d. El O.D. pasa a ser sujeto de la voz pasiva:

(20)     a. La llegada de Julián era temida por todos.
b. La habitación aún no fue ordenada.
c. El libro no me fue devuelto.

De todos modos, la prueba de la pasiva está fuertemente condicionada por factores léxicos (la clase semántica del verbo) y por factores gramaticales (el tiempo y el aspecto del verbo):

(21)      a. * Tres hijos son tenidos por mí.
b. * Secretario es necesitado por mí.
c. ?? El coche es comprado por Juan.

Los verbos de estado, como tener o necesitar, son reacios a la pasiva. Asimismo, si bien comprar denota un acontecimiento momentáneo, no se usa en pasiva en presente o imperfecto.
El objeto directo parece reunir, pues, todas las características que definen [105] a los complementos en contraposición a los adjuntos. Sin embargo, hay casos periféricos que no responden totalmente a los rasgos enumerados. Son éstos:
1. Verbos como medir, pesar, durar, costar, valer requieren la presencia de un complemento de medida:

(22)      a. Juan pesa 90 kg.
b. La conferencia duró dos horas.

Adviértase la diferencia entre estos casos y otros verdaderamente transiti­vos como

(23)      a. Juan pesó las manzanas.
b. María pasó dos horas esperándote.

Las cláusulas que contienen complementos de medida no admiten pasivización (*90 kg son pesados por Juan) e incluso la pronominalización se da sólo en condiciones bastante restringidas, como, por ejemplo, respuestas en­fáticas (¿Juan pesa 90 kg? Sí que los pesa). Más aún, estos complementos pueden ser sustituidos por un adverbio (Juan pesa muchísimo, La conferencia duró demasiado) y para la interrogación se usa un adverbio, y no un pronom­bre interrogativo (¿Cuánto pesa Juan? y no el que corresponde al O.D. ¿Qué pesa Juan?). Sin embargo, el hecho de que sea un constituyente seleccionado por estos verbos lo diferencia de casos como:

(24)     a. Juan condujo unos cuantos kilómetros.
b. María habló dos horas seguidas.

en las que hallamos un circunstancial (no requerido por el verbo y omisible). Por esto consideraremos a los complementos de medida como O. D. periféricos.
2. Expresiones como dar asco, dar (las) gracias, darse un baño, hacer mención, echar una mirada, tomar nota, prestar atención son equivalentes a verbos como asquear, agradecer, bañarse, mencionar, mirar, (a) notar, aten­der. Están formadas por un "verbo soporte", que prácticamente carece de sig­nificado léxico y que sirve como apoyo de la flexión verbal, y un sustantivo, el complemento, que corresponde al predicado semántico. Si bien este sustan­tivo tiene algunas de las características del O.D., carece de las más relevantes –nótese que no puede ser sujeto de la pasiva (*asco me es dado) ni admite la pronominalización (*me lo dio) y, desde el punto de vista semántico, no deno­ta una entidad independiente. Toda la construcción funciona como una unidad léxica compleja. [106]
3. Asimismo, los objetos internos resultan anómalos ya que tampoco pueden ser pasivizados ni pronominalizados (*Una vida placentera fue vivi­da por Juan. *Juan la vivió). Recuérdese que estos objetos no tienen refe­rencia independiente sino que funcionan, fundamentalmente, como soporte de los modificadores. Ocurre precisamente lo contrario que en el caso de los verbos soporte, en que el objeto es el predicado semántico de la cláusula.

 

El dativo

Mientras que el clítico acusativo lo (la, los, las) sustituye o duplica el ob­jeto directo, el dativo le (les), en cambio, cumple funciones más variadas, que es necesario distinguir. La presencia de un dativo, por lo tanto, no será un cri­terio suficiente para asignar una función sintáctica determinada:

1. El objeto indirecto va siempre encabezado por la preposición a. Sólo se presenta con verbos ditransitivos, es decir, predicados triádicos cuyo se­gundo argumento corresponde a un objeto directo:
1) verbos que denotan una transferencia: dar, ofrecer, regalar, devolver, traer, comprar, vender;
2) verbos de comunicación y de actos de habla: decir, comunicar, prome­ter, indicar, señalar;
3) verbos de influencia: ordenar, aconsejar, pedir, etcétera. Suponen, pues, la presencia de un objeto directo. Cuando éste ya está pronominalizado, se presenta la variante alomórfica se:

(25)      a. Juan vendió el libro a María.
b. Juan le vendió el libro a María.
c. Juan se lo vendió.

El objeto indirecto (O.I.) no sufre cambio al pasivizarse la oración:

d. El libro le fue vendido a María (por Juan).

Si bien normalmente al O.I. le corresponde el papel temático de receptor o meta, también puede ser el origen (María le compró el libro a Juan) e in­cluso, en el caso de las expresiones con verbo soporte, el paciente:

(26)     a. Pedro ojeó el libro (lo ojeó).
b. Pedro le echó una ojeada al libro.
[107]

La presencia simultánea de O.D. y O.I. plantea una importante dificultad en el análisis en constituyentes inmediatos. Como señalamos en el capítulo tercero, segmentamos los constituyentes mediante cortes binarios. Por otra parte, en el capítulo cuarto, hemos visto que la teoría de la X con barra prevé que el nivel más bajo, el correspondiente al núcleo léxico, no es recursivo. Como los verbos ditransitivos seleccionan dos argumentos, nos enfrentamos al dilema de o bien infringir la partición binaria o bien ubicar el O.I. –y algu­nos otros complementos que veremos más adelante– en la posición de adjun­to. Si bien se han propuesto soluciones para resolver tal dificultad, se trata de expedientes difícilmente comprensibles para el nivel básico de esta exposi­ción. Al tener que elegir entre las dos opciones del dilema, preferimos sacri­ficar el principio metodológico para no incurrir en una representación que contradiga la información léxica y gramatical. Por lo tanto, relajaremos en es­te caso el requisito del corte binario permitiendo que al nivel de complemen­tos el V´ pueda dividirse en tres ramas.
2. El dativo de interés: Aparece, por lo general, encabezando cláusulas de predicados inacusativos, que presentan normalmente el sujeto pospuesto. Algunos de estos verbos son convenir, importar, corresponder, urgir, bastar, sobrar, faltar, alcanzar, gustar, preocupar, etcétera. Ya hemos señalado que con los verbos inacusativos, el sujeto presenta varias características que lo acercan al objeto directo). Desde este punto de vista, pues, este caso podría subsumirse en el del objeto indirecto ya que se cumpliría la condición de la coocurrencia con un objeto directo. Este dativo inicial, marcado por el ras­go [+HUM], puede interpretarse como el elemento del que se predica el res­to de la cláusula:

(27)      a. A Juan le apasiona la música clásica.
b. A María le faltan dos materias para recibirse.
c. A esa señora le corresponde el asiento.

3. El benefactivo: Se confunde a menudo con el objeto indirecto. De hecho, las gramáticas tradicionales indicaban que el objeto indirecto podía ir encabezado por las preposiciones a o para, propia de los benefactivos. Un comportamiento en que ambos coinciden es la pronominalización por un dativo:

(28)     a. María tejió un chaleco para su nieto.
b. María le tejió un chaleco a su nieto.
c. *María le tejió un chaleco para su nieto.

[108]

Como vemos, el dativo puede coaparecer con a pero no con para. Otro factor que puede incidir en la confusión entre ambas funciones es la ambigüe­dad que se detecta con los verbos ditransitivos.

(29)     a. María le trajo el libro.
b. María le trajo el libro a Pedro.
c. María trajo el libro para Juan.
d. María le trajo el libro a Pedro para Juan.

El dativo de (a) puede corresponder a un objeto indirecto (b) o a un benefactivo (c). El hecho de que ambos dependientes puedan aparecer juntos en una misma cláusula demuestra que se trata de funciones distintas. Mientras que los objetos indirectos son seleccionados por los verbos ditransitivos, los benefactivos tienen mayor libertad de ocurrencia –prácticamente pueden apa­recer con cualquier verbo de acción– y son omisibles, por lo que correspon­dería considerarlos adjuntos y no complementos. Sin embargo, ésta sigue siendo una cuestión debatida.
4. El dativo posesivo: Denota la entidad poseedora de una parte del cuer­po (propiedad inalienable) o de una prenda de vestir u otro objeto ligado a "la esfera de lo personal" (propiedad alienable). Aparecen con verbos monotransitivos:

(30)     a. El dentista me extirpó la muela del juicio.
b. Le afeitaron el bigote.
c. Te lustré los zapatos.

Pueden también aparecer con verbos inacusativos; en este caso la expre­sión que denota al objeto poseído funciona como sujeto. Se trata también aquí de un comportamiento común entre verbos transitivos e inacusativos

(31)      a. Se me cerraban los ojos.
b. Me duele la cabeza.
c. Se le descosió el dobladillo.

Dado que la distinción entre (2), (3) y (4) obedece al tipo de verbo del que dependen, todos estos tipos de dativos pueden entenderse como varian­tes de (1).
5. El dativo ético: Indica la persona que participa emocionalmente en el evento expresado por la cláusula, por lo que posee un valor estilísticamente marcado. Es siempre omisible y está representado por un clítico –normalmen­te de primera persona del singular– y sólo por éste: [109]

(32)      a. No te me duermas.
b. Este chico no me come.

Hemos catalogado hasta aquí dativos que funcionan como complementos o adjuntos de predicados verbales. En realidad, también pueden modificara SA o a Sadv:

(33)      a. Quiero serle honesto.
b. Me es imposible retirarme.
c. El perro se le tiró encima. (= encima de él)

 

Los predicativos

Nos hemos referido hasta aquí a los complementos del verbo. Como he­mos visto en el capítulo anterior, los predicados semánticos pertenecen a di­ferentes categorías: verbos pero también adjetivos, sustantivos, adverbios e incluso preposiciones. A diferencia de los verbos, que son simultáneamente predicados semánticos y sintácticos, los otros requieren la presencia de un verbo conjugado como soporte de la flexión verbal. Si este verbo es ser o es­tar o algún otro similar, estos predicados semánticos constituyen la predica­ción primaria de la cláusula: funcionan sintácticamente como predicativos subjetivos obligatorios. Si aparecen con otros verbos, que tienen contenido se­mántico propio, serán predicaciones secundarias que modifican a la principal –son predicativos subjetivos no obligatorios.
El predicativo puede variar con respecto a si está orientado al sujeto o al objeto directo: estos últimos son los predicativas objetivos. Aquí cabe tam­bién la distinción entre predicativos objetivos obligatorios y facultativos.

 

Predicativos subjetivos  
Predicativos subjetivos obligatorios

Los verbos copulativos van acompañados por predicativos obligatorio

(34)     a. Juan es celoso.
b. María parece cansada.
c. Mis hijas están de buen humor.
d. Mis padres están estupendamente.
e. Juan es un médico prestigioso.
[110]

Caracterizaremos los predicativos por su adscripción categorial, por la concordancia con el sujeto y por la posibilidad de ser pronominalizados:
a. Los complementos predicativos pueden pertenecer a distintas catego­rías: como se ejemplifica en (34), pueden ser SA, SN, SP o SAdv. Los verbos copulativos ser y estar no son predicados semánticos: carecen de estructura argumental y no imponen ningún tipo de restricción semántica sobre los cons­tituyentes que los acompañan. Su función se limita a la de ser los soportes de las propiedades flexionales. Por eso pueden faltar cuando tiempo y modo son no marcados (presente de indicativo): Deliciosos estos bocaditos, ¡Qué exce­lente su actuación! Son éstas oraciones predicativas no copulativas. La dife­rencia entre ser y estar es de naturaleza aspectual. Mientras que ser aparece con predicativos que atribuyen una propiedad permanente al sujeto o lo inclu­yen en una clase, estar se usa para predicar una propiedad transitoria o que, aunque permanente (está muerto), proviene de un cambio sufrido por la enti­dad designada por el sujeto. Otros verbos copulativos también admiten la mis­ma variedad categorial: parecer y resultar. En cambio, constituir –en su uso no transitivo– sólo admite predicativos nominales: constituye una prueba de su traición, *constituye traicionero.
b. Cuando el predicativo es un SA, concuerda con el sujeto en género y nú­mero. Cuando es un SN, más que de concordancia corresponde hablar de compa­tibilidad semántica ya que puede diferir en género (María es un encanto, Juan es una maravilla)e incluso en número gramatical (Juan y María son buena gente).
c. Los predicativos de los verbos copulativos pueden ser pronominaliza­dos por el pronombre invariable lo: Juan lo es. María lo parece. Mis hijas lo están. Mis padres lo están. Como vemos, este lo no atiende a los rasgos fle­xionales ni categoriales del predicativo que sustituye.
Otros verbos que pueden requerir la presencia de un predicativo son po­nerse, volverse, caer, andar, seguir, todos ellos variantes aspectuales de la cópula que denotan un cambio:

(35)      a. El intendente se volvió loco.
b. La secretaria se puso colorada.
c. Este muchacho me cae simpático.
d. Mi madre sigue enferma.

Sin embargo, con estos verbos no es posible la pronominalización del pre­dicativo: *Se lo volvió, *Me lo cae, *Lo sigue. Por eso se denominan pseudocopulativos. [111]
En todos los casos considerados, el predicativo atribuye una propiedad o clasifica. En cambio, en (36) cabe una ambigüedad:

(36)     Juan es el médico de mi madre.

En efecto, podemos entenderla como respuesta a la pregunta. ¿Qué es Juan?, es decir, como una predicativa clasificadora, o bien a ¿Quién es Juan? En este segundo sentido, como cláusula identificativa. se pretende identificar a un individuo para atribuirle luego una propiedad que lo caracteriza en for­ma única: ser el médico de mi madre.
Las cláusulas Ídentificativas se caracterizan por estar constituidas por dos expresiones referenciales. Puede intercambiarse su orden: El médico de mi madre es Juan, claro que en este caso lo identificado es el primer constituyen­te. Por el particular valor que en ellas tiene el verbo ser, la única cópula posi­ble, se las denomina también ecuativas ya que en ellas funciona como un sig­no de igualdad entre las dos expresiones referenciales. A diferencia del ser co­pulativo –el de las oraciones anteriores y el de la primera interpretación de (36)–, no es un mero soporte de las propiedades flexionales sino que estable­ce la relación de idenfidad.
Estas oraciones identificativas presentan algunas anomalías: el sujeto pue­de pertenecer a diferentes categorías (no sólo SN sino también SP o SAdv): la concordancia puede darse con el primer o con el segundo constituyente, se­gún uno u otro sea el más específico.

(37)      a. El mejor lugar para esconderlo es bajo la cama.
b. Su cumpleaños fue ayer.
c. La culpable eres tú.
d. El problema más grave de este gobierno son los jubilados.

 

Predicativos subjetivos no obligatorios

Todas las cláusulas consideradas hasta aquí constan de un elemento predi­cativo: el verbo o el predicativo subjetivo obligatorio con verbos copulativos o pseudocopulativos. En los ejemplos siguientes, en cambio, existen dos pre­dicaciones: una primaria –la del verbo conjugado– y otra secundaria –la del predicativo no obligatorio– que se orienta hacia el sujeto de la cláusula4: [112]

(38)     a. Juan llegó cansado.
b. María lo miraba impasible.

La predicación secundaria necesita apoyarse en los rasgos flexionales que le aporta el verbo conjugado. Si se la omite, la cláusula sigue siendo gramatical: Juan llegó, María lo miraba.
Sin embargo, los límites entre los predicativos obligatorios y no obliga­torios no siempre resultan nítidos:

(39)     a. Este niño nació ciego.
b. María vive deprimida.
c. Yrigoyen murió pobre.

Aun cuando los verbos de estas cláusulas no son copulativos, el conteni­do léxico que contienen queda reducido al de la mera indicación de una fase. Por eso, mientras que los ejemplos de (38) pueden ser parafraseados median­te una coordinación: Juan llegó y estaba cansado, María lo miraba y estaba impasible, en los de (39) tal paráfrasis no resulta igualmente satisfactoria: ??Este niño nació y estaba ciego, ??María vive y está deprimida, ??Yrigoyen murió y estaba pobre.
El valor circunstancial resulta aún más evidente cuando se trata de ele­mentos periféricos, separados del resto de la cláusula por una entonación pro­pia: Juan llegó, cansado de tanto trabajar; Pobre y olvidado, Yrigoyen murió en su pequeño departamento. Por eso, algunos gramáticos prefieren analizar­los como cláusulas adverbiales.
Algunos predicativos subjetivos, obligatorios (a) o no (b) y (c), van prece­didos de preposición o de como (con sustantivos):

(40)     a. Pedro pasa por tonto. / Presume de valiente. / Se las da de revolucionario.
b. Pedro trabaja de cadete. / Llegó como embajador.
c. De joven trabajaba conmigo.

El predicativo subjetivo puede confundirse con un circunstancial de ma­nera ya que ambos contienen un significado adverbial (de hecho, uno y otro responden a la pregunta ¿Cómo?). Sin embargo, sólo los predicativos concuerdan con el sujeto. [113]

 

Predicativos objetivos

La predicación secundaria no sólo puede referirse al sujeto sino también al objeto directo. Del mismo modo que en el predicativo subjetivo, distinguire­mos los complementos predicativos objetivos obligatorios (41), es decir, aque­llos que están seleccionados por el verbo, de aquellos que no lo están (42):

(41)      a. Considero interesante tu propuesta.
b. Nombraron a Pedro director de orquesta.
c. Te creía en Buenos Aires.
d. Te veo muy bien.
(42)     a. Tomo el café bien caliente.
b. Compré el coche muy barato.
c. Como las manzanas sin pelar.

En los ejemplos (41) el verbo no sólo requiere un O.D. sino también un pre­dicativo de ese objeto (sin él, el verbo tiene otro significado). Así en (b) nombrar requiere el O.D. y también un SN que denote el cargo para el que fue designado. Adviértase que (c) no significa que te creía (= "te tenía confianza") mientras es­taba en Buenos Aires sino que creía que estabas en Buenos Aires. En el caso (d) surge una ambigüedad: o bien significa que no tengo dificultades para verte (en cuyo caso el adverbio es un circunstancial de manera) o bien que veo que estás muy bien. También (a) puede ser parafraseada de modo similar. En todos estos casos lo que el predicado selecciona es, en realidad, una cláusula: la que tiene co­mo sujeto al O.D. y como predicado al predicativo objetivo, aunque en algunos casos como (b) la paráfrasis con verbo conjugado no resulta igualmente posible.
Los verbos que seleccionan predicativos objetivos obligatorios pertenecen a clases bien definidas: verbos de entendimiento (considerar, creer, imaginar, juzgar, suponer), verbos de percepción (ver, oír) y otros similares, como des­cubrir, encontrar, dejar, querer y también los verbos en que el predicativo ob­jetivo denota un cargo o una denominación: designar, elegir, nombrar, llamar, denominar. El verbo tener requiere la presencia de un predicativo objetivo cuando el O.D. designa una posesión inalienable (Tiene los ojos claros = Sus ojos son claros). Con el verbo hacer es posible una doble construcción según sea el predicativo objetivo un adjetivo (Hizo feliz a su mujer) o un sustantivo –en este caso, deberíamos tratar a hacer de como una unidad– (Haga de Neuquén una ciudad limpia).
En los ejemplos de (42), en cambio, el predicativo no es seleccionado por el verbo, que sólo requiere un objeto directo. Pueden ser parafraseados por una coordinación (Compré el coche y estaba barato) o por una cláusula ad­verbial (Tomo el café cuando está bien caliente).5
[114]
Frecuentemente las construcciones con predicativo objetivo son ambiguas:

(43)     a. Dejó al muchacho histérico.
b. Lo vi paseando por el centro.

En (a) la ambigüedad depende de si se interpreta a el muchacho histérico como un único constituyente o como dos, –el O.D. y el predicativo objetivo. En el primer caso, se entiende que histérico es una característica identificatoria de muchacho y, por lo tanto, se pronominalizará todo el constituyente (al mucha­cho histérico). En el segundo, se entiende histérico como una propiedad transitoria y la pronominalización no abarcará al predicativo. En (b), en cambio, la ambigüedad radica en que paseando por el centro puede referirse al sujeto o al objeto, por lo que será un predicativo subjetivo u objetivo, respectivamente (Mientras yo paseaba por el centro o mientras él paseaba por el centro).
El predicativo objetivo puede ser reconocido por las siguientes caracterís­ticas (algunas de las cuales ya fueron mencionadas en el capítulo tres, ejem­plo (11)):
a. Como el predicativo subjetivo, puede pertenecer a distintas categorías; SA, SN, SP, SAdv o una cláusula no finita (43b). Típicamente es un SA.
b. Puede cambiar de posición: Dejó histérico al muchacho.
c. No queda incluido en la pronominalización del objeto directo: Lo dejó histérico.
d. Al convertir la oración en pasiva, el predicativo objetivo no pasa a for­mar parte del sujeto; será un predicativo subjetivo: Fue visto paseando por el centro.
e. Como los predicativos subjetivos, también los objetivos pueden ser in­troducidos por preposición o por como:

(44)     a. Lo dieron por muerto.
b. Lo tildaron de oportunista.
c. Lo emplearon de cadete.
d. Lo elegí como secretario.

2 En áreas no leístas como casi todas las del español de América; en cambio, buena parte de España es leísta: el objeto directo masculino singular, referido a entes ani­mados, se realiza mediante el dativo le.

3 El signo gráfico # indica que, si bien la oración es gramatical, no corresponde a la construcción que se ilustra; en nuestro caso, el clítico no es un sustituto de los res­pectivos objetos directos.

4 Ver nota y esquema al final de este capítulo.

5 Ver nota y esquema al final de este capítulo.

Los complementos preposicionales

La gramática tradicional incluía estos complementos en la amplísima clase de los circunstanciales. Sin embargo, se diferencian de éstos por su carácter argumental. Son seleccionados por el verbo que, en el complemento de régimen rige la preposición que los encabeza. [115]

 

Complemento de régimen

Responden negativamente a los criterios que nos han permitido reconocer a los otros complementos: no pueden ser sustituidos ni duplicados por pro­nombres ni concuerdan con el sujeto ni con el objeto. Tampoco pueden ser sustituidos por adverbios como gran parte de los circunstanciales. Los distin­guimos porque la preposición que los encabeza es seleccionada por el verbo: es regida por éste.
Corresponden a argumentos seleccionados por el verbo, aun cuando, des­de el punto de vista semántico, cubren nociones bastante disímiles:

(45)     a. El disertante abusó de la paciencia del público.
b. El Ministro siempre insiste en sus supuestos logros.
c. No te olvides de traerme el libro.
d. El argumento de la defensa se basa en la falta de seguridad de los ciudadanos.
e. El problema radica en la escasez del presupuesto.
f. La cuestión depende del interés del gobierno.

Entre los ejemplos precedentes, podemos establecer una distinción:
a) En los tres primeros casos el verbo impone restricciones sobre el suje­to, que corresponde a un sujeto semántico (con los papeles temáticos caracte­rísticos, agente o experimentador). A los sujetos de los tres últimos, en cam­bio, el verbo no les impone restricciones semánticas ni un papel temático determinado.
b) Sólo el complemento de los primeros puede ser omitido (El disertante abusó, El Ministro insiste, No te olvides pero *EI argumento se basa, *EI problema radica, *La cuestión depende).
c) El complemento de régimen de los primeros guarda una estrecha simi­litud con el objeto directo:

(46)     a. El disertante agotó la paciencia del público.
b. El Ministro siempre enfatiza sus supuestos logros.
c. Juan olvidó el libro.

Si se compara (45b) con (46c). se advertirá que el verbo olvidar puede ser transitivo o, en su forma pronominal, intransitivo con complemento de régi­men. Pertenecen también al primer grupo otros verbos pronominales quejar­se que, referirse a, enamorarse de, preocuparse de, algunos de los cuales, co­mo olvidar, alternan con usos plenamente transitivos (lamentar / lamentarse de, confesar / confesarse de). [116]Asimismo, otros verbos no pronominales regis­tran una alternancia similar, con o sin cambio de significado:
– creer (creyó que no vendría), creer en (no cree en Dios),
– disponer (dispuso los cubiertos sobre la mesa), disponer de (no dispone de lo necesario,
confiar (Me confió su secreto) / confiar en (Sólo confía en su hijo),
– dudar (dudo que se mejore) / dudar en (dudé en pedirle ayuda) / dudar de (dudo de su honestidad),
– contar (contó el dinero escrupulosamente) / contar con (cuento con tu ayuda).

Algunos verbos, con comportamiento similar a los ditransitivos, seleccio­nan dos argumentos: el O.D. y el complemento de régimen:

(47)     a. No prives a tus hijos de estas satisfacciones.
b. Lo convencí de la necesidad de salir de vacaciones.
c. La defensa basó su argumento en la falta de seguridad de los ciu­dadanos.

No toda preposición puede encabezar un complemento de régimen. Las más frecuentes son: de (constar, depender, carecer, adolecer), en (estribar, ra­dicar, consistir, confiar, insistir, redundar), a (referirse, pertenecer), con (con­tar, contentarse).

 

Otros complementos

Algunos verbos, intransitivos (48) y transitivos (49), seleccionan también un argumento, generalmente realizado por un sintagma preposicional o adver­bial. Se diferencian de los circunstanciales por su carácter argumental y, a su vez, del complemento de régimen porque no tienen una única realización, ya que pueden admitir más de una preposición o pueden alternar con un adverbio:

(48)     a. María vive en Neuquén / bajo el puente / cerca del río / allí.
b. Juan vino de su casa / desde el trabajo / de allí.
c. María fue a la habitación / hasta la cama / allá.
d. Los chicos se portaron muy bien / de una manera asombrosa.
(49)     a. María guardó el mantel en el cajón / dentro del cajón / allí.
b. Juan quitó el vino de la mesa / de allí.
c. Luisa trajo el vino a la mesa / hasta aquí / aquí.
[117]
d. La abuela trató afectuosamente a los chicos / de una manera afec­tuosa.

En los ejemplos (a) el verbo selecciona un complemento locativo, en (b) un complemento de origen, en (c) uno de destino y en (d) uno modal.

 

El complemento agente

Un complemento especial es el del agente. Éste sólo aparece en las oracio­nes pasivas, encabezado por la preposición por, y corresponde al sujeto de las oraciones activas.

(50)     a. La noticia fue difundida por la agencia EFE.
b. El libro aún no fue devuelto por el profesor.
c. Los delincuentes fueron identificados por algunos vecinos.

Son siempre omisibles, a pesar de lo cual se los considera complemen­tos por su relación sistemática con uno de los argumentos seleccionados por el verbo.

 

El complemento simétrico

Algunos predicados (reunirse, casarse, ser hermano, estar peleado), que requieren un sujeto semánticamente plural, admiten alternativamente un suje­to singular y, en el SV, un complemento encabezado por las preposiciones con o de. Se trata del complemento simétrico. Si bien el orden entre ambos cons­tituyentes es intercambiable, el que aparece en la posición de sujeto es desta­cado porque se lo entiende como iniciador de la acción. Una alternancia simi­lar se registra con verbos que seleccionan objetos semánticamente plurales (54) [confundir, distinguir...):

(51)      a. Juan y María se reunieron en Estocolmo.
b. Juan se reunió con María en Estocolmo.
c. María se reunió con Juan en Estocolmo.
(52)      a. Juan y María se divorciaron.
b. Juan se divorció de María.
c. María se divorció de Juan.
[118]
(53)      a. Juan y María están peleados.
b. Juan está peleado con María.
c. María está peleada con Juan.
(54)     a. Juan confunde a María y Ana.
b. Juan confunde a María con Ana.
c. Juan confunde a Ana con María.

 

Los adjuntos

Así como, en el plano categorial, el adverbio era el "cajón de sastre" al que iban a parar todas las palabras que no eran caracterizadas por ningún rasgo po­sitivo, lo mismo ocurría en el plano funcional con el circunstancial. El con­cepto tradicional era excesivamente amplio: no se diferenciaban las dependencias seleccionadas por el predicado (el complemento de régimen y los otros complementos), con excepción del agente, de los verdaderos circunstan­ciales. Pero al mismo tiempo resultaba a veces demasiado estrecho, ya que no distinguía los distintos niveles en los que puede insertarse. Para evitar, enton­ces, estas dificultades, denominaremos adjuntos a los circunstanciales así restringidos. Quedan excluidos, pues, todos los complementos que son selec­cionados por el verbo.
Tradicionalmente, se los clasificaba de acuerdo con criterios semánticos, en:

(55)      a. Juan aplaudió fervorosamente.                          manera
b. Juan estudia en la cocina.                                  lugar
c. Juan estudió el problema el mes pasado.          tiempo
d. Juan llamó a María dos veces.                          frecuencia
e. Juan limpió el coche con la aspiradora.            instrumental
f. Juan fue al cine con María.                              compañía
g. Juan camina poco.                                           cantidad
h. Juan fue al cine porque estaba aburrido.         causa
i. Juan fue al cine para distraerse.                         fin

En cuanto a la categoría, pueden ser SP, Sadv, SN (sólo algunos adjun­tos de tiempo y frecuencia, como (c) y (d)) y cláusulas subordinadas (como (h)e(i)).
Como hemos visto al inicio de este capítulo, la relación de los adjuntos con el predicado semántico es mucho más mediata que la de los complemen­tos. Sin embargo, hay que reconocer los distintos niveles en los que pueden [119] funcionar como modificadores. Mientras que todos los adjuntos de (55) son dependencias del SV (del nudo V´), otros inciden en niveles más altos, tal co­mo demuestran los ejemplos siguientes:

(56)     a. La guerra concluyó felizmente.
b. Felizmente, concluyó la guerra.
(57)      a. Juan habló con María honestamente.
b. Honestamente, Juan habló con María.

En los ejemplos (a) reconocemos los adjuntos de manera que modifican al SV. En cambio, en los (b) los adverbios modifican a toda la cláusula. En (56b) el adverbio indica la actitud del hablante en cuanto al resto de la cláu­sula. En (57b) constituye un comentario del hablante sobre la forma en que está llevando a cabo su enunciación, es decir, en qué condiciones lo dice. Es necesario, pues, reconocer varios tipos de modificadores según el nivel en el que se inserten:
a. los adjuntos: modifican al SV (todos los ejemplos de (55), (56a) y (57a)).
b. los adjuntos extraclausulares: encabezan la cláusula y establecen el marco locativo y/o temporal en el que debe interpretarse el resto de la cláusula:

(58)     a. En Neuquén en otoño, las mañanas son muy frías.
b. Durante la guerra de las Malvinas en Buenos Aires la vida trans­currió normalmente.
c. En sueños, todo parece más fácil.

c. los modificadores de modalidad o disyuntos: modifican a toda la cláu­sula, indicando la actitud del hablante con respecto a todo el enunciado. Ocu­pan normalmente la posición inicial, pero también pueden hallarse en otras posiciones, siempre separados entonacionalmente del resto de la cláusula. Pueden distinguirse varios tipos:
1. de punto de vista desde el que se enuncia la cláusula:

(59)     Lingüísticamente, nuestro país no es homogéneo.

2. de de titud: comentan el contenido de la comunicación desde el punto de vista epistémico, es decir, de su grado de verdad (quizás, probablemente, posiblemente. seguramente, en realidad, obviamente, aparentemente) o evalúa tivo (por suerte, desgraciadamente, gracias a Dios): [120]

(60)     a. Lamentablemente, Juan no llegará a tiempo.
b. Probablemente Juan no llegará a tiempo.

En estas cláusulas se realizan dos aserciones: una principal (Juan no lle­gará a tiempo) y otra secundaria, que tiene como ámbito a la principal (La­mentablemente, probablemente). Esta naturaleza dual queda reflejada en las siguientes paráfrasis:

(61)      a. Es una lástima que Juan no llegue a tiempo.
b. Es probable que Juan no llegue a tiempo.

3. de estilo: constituyen un comentario del hablante acerca de en qué con­diciones está realizando su acto de habla, es decir, cómo debe interpretarse su enunciado (confidencialmente, estrictamente hablando, francamente):

(62)     Honestamente, no quería perjudicarte.

Los modificadores de modalidad tienen alcance sobre toda la cláusula, in­cluyendo a los adjuntos extraclausulares. Aunque periféricos, están integrados en la estructura de la cláusula. En cambio, quedan fuera los conyuntos o co­nectivos, que funcionan a nivel textual: son éstos adverbios o locuciones ad­verbiales que refuerzan o matizan un coordinante o que establecen una rela­ción discursiva de la oración con el texto precedente. Los hay de varios tipos: enumerativos (en primer término, por una parte....por la otra, finalmente), de refuerzo (asimismo, además, más aún), contrastivos (sin embargo, en cambio, por el contrario), de conclusión (por lo tanto, por consiguiente).
También periférico en la estructura de la cláusula es el vocativo, que sir­ve para nombrar al destinatario a quien se dirige el enunciado del hablante. Generalmente ocupa la posición inicial, aunque también puede hallarse en otras posiciones, separado entonacionalmente del resto. No mantiene relación sintáctica con ninguno de los componentes de la cláusula, por lo que puede omitirse sin consecuencias:

(63)     a. Juan, vení pronto.
b. Juan, la mesa está servida.
c. La mesa está servida, Juan.

Fuente del documento: MANUAL DE GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL http://coleccion.narod.ru/manuales/Tuliomanualdegramatica.doc

Sitio para visitar: http://coleccion.narod.ru/ y http://www.ssdnet.com.ar/edicial

Autor del texto: ÁNGELA DI TULLIO

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